El laberinto de huesos by Rick Riordan

El laberinto de huesos by Rick Riordan

autor:Rick Riordan [Riordan, Rick]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2008-01-01T05:00:00+00:00


Alistair Oh estaba saliendo de la aduana cuando sus enemigos le tendieron una emboscada.

—Bonjour, tío.

Ian Kabra apareció por su derecha.

—Que tengas un buen vuelo.

Alistair giró hacia la izquierda, pero Natalie Kabra le cerró el paso.

—Yo en tu lugar no intentaría escapar, tío Alistair —dijo ella amablemente—. Es increíble que me las haya arreglado para atravesar un aeropuerto con tantas armas.

Llevaba en las manos una muñeca china con un vestido de satén azul. Era ya demasiado mayor para jugar con algo como aquello, pero había conseguido engatusar a los guardias de seguridad.

—¿Qué es eso? —preguntó Alistair, tratando de mantener la calma—. ¿Una arma? ¿Una bomba?

Natalie sonrió.

—Espero que no tengas que averiguarlo. Lo dejaríamos todo patas arriba.

—Sigue caminando, tío —sugirió Ian, siendo tan sarcástico como pudo—. No me gustaría levantar sospechas.

Cruzaron la terminal con paso veloz. Alistair tenía el corazón a punto de estallar. Podía sentir el Almanaque del pobre Richard en el bolsillo de su chaqueta, golpeando contra su pecho a cada paso.

—Entonces —preguntó el anciano—, ¿cuándo habéis llegado?

—Oh, hemos viajado en nuestro jet —explicó Ian—; utilizamos una pista de aterrizaje privada donde la seguridad es mucho más… relajada. ¡Hemos venido sólo para darte la bienvenida!

—Sois muy amables —dijo Alistair—. Pero yo no tengo nada que pueda interesaros.

—Eso no es lo que hemos oído —respondió Natalie—. Entréganos el libro.

Alistair sintió que se le secaba la garganta.

—¿Cómo sabéis…?

—Las noticias vuelan —explicó la muchacha—. Tenemos contactos.

—Natalie —dijo Ian en tono brusco—, te agradezco tu ayuda, pero a partir de ahora seré yo quien hable. Tú sostén la muñeca.

Ella frunció el ceño, y su linda cara ya no parecía tan bonita.

—Hablaré cuando me apetezca, Ian; madre y padre dijeron que…

—¡Me da igual lo que hayan dicho! ¡Yo estoy al mando!

Natalie parecía preparada para gritarle de nuevo, pero se tragó la ira. A Alistair no le gustaba demasiado el modo en que estrujaba la muñeca. Imaginaba que el aparato tendría un gatillo en algún lado y no quería descubrir qué efecto ocasionaba.

—Estoy seguro de que no queréis provocar ninguna guerra entre ramas —dijo el anciano, tratando de parecer diplomático—; con una sola llamada telefónica puedo conseguir ayuda desde Tokio hasta Río de Janeiro.

—Igual que nosotros —respondió Ian—, y he leído la historia de mi familia, tío. La última vez que nuestras ramas se enfrentaron, no le fue demasiado bien a la tuya, ¿verdad?

Alistair siguió caminando mientras pensaba detenidamente. A veinte metros de distancia, había un puesto de seguridad con un gendarme. Si consiguiese distraerlos…

—Como la explosión de Siberia en 1908 —le dijo a Ian—. Sí, eso fue impresionante, pero esta vez hay mucho más en juego.

—Exacto —afirmó Ian—, así que entréganos el libro antes de que tengamos que lastimarte, viejo.

Natalie se rió.

—Si te escuchases a ti mismo, Ian. En serio.

Su hermano frunció el ceño.

—¿Qué has dicho?

«Cinco metros para llegar al gendarme, mantén la calma», pensó Alistair.

—Oh, nada —le respondió Natalie a su hermano despreocupadamente—, sólo que aburres a las cabras. Sin mí, ni siquiera podrías asustar a este patético anciano.

La expresión de Ian se endureció.

—Pues claro que podría, pequeña inútil.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.